jueves

La vía de la Verdad y la vía de la Apariencia en Parménides



La palabra dóxa tiene tanto el sentido de “apariencia” como el de “opinión”. Si bien dóxa es habitualmente traducido por “opinión”, nos ha parecido que en esa traducción se pierde su conexión con otra palabra que aparece en el poema, tà dokoûnta, “lo aparente”. Si la dóxa es un conjunto de opiniones erróneas que los mortales defienden, el mundo físico al que Parménides va a dedicar una buena parte del poema queda reducido a un conjunto de conjeturas o creencias intrascendentes y pierde la entidad de un cosmos estructurado que defendemos en nuestra interpretación. Por eso hemos optado por traducir dóxa por “apariencia”, intentando que esta palabra haga referencia a la percepción sesgada que tienen los hombres de la realidad, inmersos como están dentro de ella.

Parménides utiliza indistintamente las palabras ὁδός (hodós) y κέλευθος (kéleuthos), que hemos traducido respectivamente por “camino” y “vía”. Aunque la denominación de “vía de la Verdad” y “vía de la Apariencia” no se mencionan expresamente en el poema de Parménides, sino que pertenecen a la tradición filosófica posterior, nos ha parecido oportuno utilizarlas, pues ayudan a clarificar el texto.

Con el segundo fragmento comienza la explicación racional de la Diosa con el enunciado de los dos únicos caminos posibles. La palabra “camino” incorpora ahora un nuevo sentido, ya no es sólo un itinerario, un viaje, sino también una vía de investigación, un “método”, la palabra española que proviene precisamente del término griego ὁδός (hodós). Pero todavía más, el significado de “camino” llega a incluir también el contenido de lo investigado, es decir, la realidad misma. Este sentido de camino para nombrar la realidad recuerda las palabras de Heráclito: “el camino arriba abajo es uno y el mismo” (Fr. 60, Diels-Kranz), refiriéndose a la unidad del ser frente al devenir de los elementos. También para Parménides todo lo que sucede, sucede en el camino, todas las cosas se encuentran en el camino y, por ello mismo, pensamos que para Parménides el camino es la totalidad de acontecimientos pasados, presentes y futuros. Algo así, como si “camino” fuera la metáfora elegida para explicar la compatibilidad entre la mirada globalizadora desde la morada de la Diosa, que ve todo a la vez (el camino en su conjunto) y la visión cotidiana del que vive el incesante cambio del devenir (el paso a paso del camino). A partir de ahora y durante el resto de los fragmentos estará presente esta ambigüedad entre camino como vía de investigación y camino como el propio contenido de la realidad.

Los caminos que presenta la Diosa en el fragmento 2 son: el primero, el que afirma “que 'es' y que no es posible no ser” (fr. 2, 3); y el segundo, el que dice “que 'no es' y que es preciso no ser” (fr. 2, 5). Hemos puesto entre comillas “es” y “no es” para indicar su uso impersonal, dado que el sujeto de ambos no puede ser “el camino”, pues “que” (hópōs) no es un pronombre relativo, sino una conjunción. De esta forma “es” y “no es” se deben entender respectivamente como “hay ser” o “se produce la acción de ser” y “no hay ser” o “no se produce la acción de no ser”. Vemos, pues, que lo que diferencia a las dos vías o caminos es simplemente la aceptación o no del hecho de no ser. De la primera vía, en la que no ser queda excluido, se dice que es el camino de la Persuasión, es decir, de la seguridad lógica, pues sigue a la Verdad; y de la segunda, la que afirma la necesidad de admitir la existencia de no ser, se dice que es una senda inescrutable, pues no se puede conocer ni hablar del no-Ser (mḕ eón), de la Nada.

Ahora bien, ¿cuál es el significado de estos dos caminos? ¿Cuáles son sus relaciones con la Verdad y con la Apariencia? El primero no despierta dudas, se trata del camino del ser, el camino auténtico, el camino de la Verdad (Alētheíē). Afirma que hay ser y niega la posibilidad del no ser. Del rechazo del no ser, se desprenderá, como veremos más adelante, la negación del cambio: el Ser (tò eón), entendido ahora como la Realidad en su conjunto, habrá de ser eterno e inmutable.

El segundo camino nos dice, por el contrario, que hay no ser y que es necesario que haya no ser. En el fragmento 6 se dice que éste es el camino en el que viven los hombres: “... aquél [camino] en el que andan errantes los mortales que nada saben, bicéfalos, pues la impotencia en sus pechos rige una mente errante. Son llevados sordos y ciegos a la vez, estupefactos, gentes sin juicio, para quienes ser y no ser son considerados como lo mismo y no lo mismo, y para los que la vía de todas las cosas es reversible” (fr. 6. 4-9). Esta descripción nos hace pensar que este camino es la vía de la Apariencia (Dóxa), el camino que acepta la dualidad ser/no-ser, que considera que las cosas nacen y mueren, que hay cambio.

En este mismo sentido, el fragmento 7 niega que la realidad vista con autenticidad, desde la Verdad, pueda admitir la posibilidad de no ser: “en efecto, jamás se impondrá esto: que lo que no es sea” (fr 7, 1). Y a continuación nos dice que la aceptación del hecho de no ser es lo propio del camino que experimentan los mortales mediante los sentidos, lo que hemos llamado la vía de la Apariencia (Dóxa): “... que el hábito muy ejercitado no te fuerce, a través de este camino, a atender al ojo que no mira, al oído que retumba y a la lengua ...” (fr. 7, 3-5).

Esta doble vía o doble camino de investigación hay que ponerlo en relación con la realidad. La realidad es una sola, pero su perspectiva es doble: está la realidad contemplada desde la perspectiva que exige la razón, la vía de la Verdad; y está la realidad vista desde la cotidianidad que experimentan los hombres, la vía de la Apariencia. El primer camino estudia la realidad desde la perspectiva a-temporal y a-espacial, donde lo que es no puede dejar de ser, donde el Ser (eón), la totalidad de entes y acontecimientos, es inmutable y unitario. En este camino queda anulada la contradicción ser/no-ser, y con ello rechazado el devenir como elemento esencial constitutivo de la realidad auténtica. El segundo camino estudia la realidad tal como la perciben los hombres, en sus dimensiones espaciales y temporales. Esta percepción de los humanos es ilusoria, pero es verosímil, digna de crédito. Sus principios no son lógicamente consistentes; se basa en la contradicción lógica de que el hecho de ser y no ser sean lo mismo y no lo mismo. Pero ese es el resultado de mirar la realidad viviendo en ella. Y esta es la razón por la que si se estudia la realidad en su auténtica Verdad el hecho de no ser debe ser excluido, mientras que el estudio de nuestro mundo físico debe aceptar la dualidad ser/no-ser.


1 comentario:

Luis Manteiga Pousa dijo...

Las apariencias nos engañan con bastante frecuencia.Y como sólo vemos y sentimos apariencias...